EL DÍA ANTES DE CUMPLIR 24 AÑOS, ESTANDO SOLTERA Y DESEMPLEADA, DECIDÍ CAMBIAR MI TRADICIONAL SISTEMA DE CATARSIS. YA NO ERA SUFICIENTE LA PSICÓLOGA Y LOS FECAS CON AMIGAS. HABÍA QUE DAR UN PASO MÁS Y EL BLOG SE CONVIRTIÓ EN UN TRIUNFO: DESPUÉS DE MESES (AÑOS?!) DE ESTAR TENTADA, ME ANIMÉ A ENTRAR AL MUNDO. FUE ANIMARME A COMPARTIRLES A TODOS, A PARTIR DE ESTA VENTANA, UN POQUITO DE LA LOCURA DE MI SER. PORQUE, NO VAMOS A NEGARLO, SOY UNA LOCA TOTAL. LOCA LINDA IGUAL ¿EH?, DE LAS QUE DAN GANAS DE QUERER. PERO INDUDABLEMENTE NEURÓTICA.
EL ESPANTO DE SEGUIR CUMPLIENDO AÑOS SE POTENCIA POR LA FALTA DE PAREJA Y EL DESAFÍO DE CONVERTIRME EN UNA VERDADERA MUJER MODERNA: ESTUDIAR, PRODUCIR, TRABAJAR, SALIR, SATISFACER LA MIRADA DEL MUNDO, BRILLAR, DISFRUTAR, ADELGAZAR Y OTROS TANTOS MILES DE VERBOS QUE SE ACUMULAN EN LA LISTITA DE "DEBER SER" GUARDADA EN LA CARTERA.
HOY DECIDO LIBERAR UN POCO DEL CAOS DE MI SER A PARTIR DE LAS PALABRAS PARA VER SI, QUIZÁS ASÍ, DECRECEN LOS NIVELES DE HISTÉRIA Y NEURÓSIS

... Y SI NO FUNCIONA, AL MENOS NOS REÍMOS UN RATO!!!!!

martes, 23 de agosto de 2011

Oda a la Continuidad

Ok, claramente no voy a escribir una poesía asi que esto de oda tiene muy poco pero me gustaba el nombre y ya fue. Después de casi dos años sin venir, me sume al viaje familiar al campo. Tengo que hacer una breve introducción para que se comprenda donde estoy y el alto nivel de desesperación que atormenta a mi lado citadino.

Mis abuelos son los que mi querida facultad de la UBA ha criticado a lo largo de mis siete años de carrera, es decir, nada más y nada menos que terratenientes. Desde que empecé el CBC escucho como la clase oligárquica es la culpable de los peores males de nuestro país y como consecuencia, yo mantengo oculta mi identidad cual superheroina (aunque en mi caso no es tanto por salvar al mundo como por miedo a morir tapada de críticas). Nada de decir que vengo de una familia sojera, que mis primos son agrónomos, que mi papa tiene vacas. Nananana. Soy de provincia, atea y trabajadora (Sospecho que haber pasado por trabajos diversos, cual “la fábrica de pasta” ayuda a construir mi alterego). En fin, vuelvo. La cosa es que mis abuelos tienen muchos campos. Hay uno, cerca de Tandil que es al que va toda la familia. Es al que van mis abuelos y por ende, hay una cocinera y una señora que ayuda a mantener la casa en orden. Se pone la mesa, se almuerza todos los días a la misma hora y se come a la misma hora cada noche. Siempre hay copetín, plato principal, dos o tres postres como para elegir y después cafecito. Las camas mágicamente aparecen hechas, la ropa guardada, el living en orden. Hay cancha de Paddle, de polo, de futbol. Hay lago y pileta. Hay luz, cable e internet. Es simplemente maravilloso. El casco es soñado, la sierra es divina, la vista es alucinante. Un verdadero lujo.

Y después esta el otro. Desde 1998 mi papá se apropió de otro de los campos de mis abuelos y remplazamos la comodidad por.. la aventura.

Este campito simpático no tiene ninguno de los condimentos que tiene el otro: ni electricidad, ni cancha de nada, ni pileta, ni cocinera, ni sierra, ni nada. Olvidate de la pileta y mucho peor, olvidate de tener heladera. Supo existir una que, por el paso del tiempo, se convirtió en ropero. Aja. Acá no importa si sos invitado o parte de la familia oligárquica: te toca lavar, cocinar, ordenar y pasar el trapo. Ni mil cuartos ni mucho menos. Un único lugar común que es cocina-alacena-living-comedor todo junto. Todos ahí todo el día. Este año llegó el motor y el lujo de tener luz de noche pero hasta ese momento, la rutina incluía farolitos de querosene, velas y sol de noche para el sector común. A las 10 como muy tarde todo el mundo se va a dormir porque no hay nada más para hacer. Un pro-gra-mon según mis viejos.

Claro, el verdadero programon era simplemente un detalle: mis abuelos no están aca. No viene nadie de la familia paterna. Y por ende, mi viejo juega a ser dueño y señor. Invitamos a quien queremos y casi casi que ni avisamos si queremos ir. Hacemos del campo nuestro hogar y dominan los códigos de mi casa. Papá tiene sus caballos y ese es el gran entretenimiento del lugar. Se ocupa de cuidar todo lo referido a las monturas y sogas de los equinos. Los compañeros habituales son la hermana de mamá (mi madrina) y su familia. La convivencia se articula de manera impecable y todos felices.

Mi ex disfrutaba cada milímetro de este lugar y yo disfrutaba que no hubiera nada para hacer y por ende mis días al campo se reducían a leer-comer-dormir. Porque.. digamos que no hay absolutamente nada más para hacer. El tema de ir a saltar a los rollos, hacer guerras de bosta o cualquier otra aventura del estilo ya no está entre mis opciones. Obviamente después de mi corte empecé a venir menos. ¿A alguien le sorprende? Y sí.. los años no llegan solos y esto de ser una vieja chota me lleva a priorizar los postres y las camas hechas. ¿¿Que tanto programa es esto de ser miles en el mismo ambiente, todos apretados, uno arriba del otro, muertos de frio porque no hay estufas y casi ciegos porque no hay luz?? La mujer moderna necesita otros lujos que no son compatibles con el campito simpático.

Pero, como todos sabemos soy fanática de los programas chinos. Así que este fin de semana largo, decidí sumarme al programa familiar. Mama, Papa, la mayor, la segunda, la cuarta, la tia, el tio, el primo mayor, la prima del medio, el primo menor , el amigo del primo mayor y el perro. Full House.

Lo fascinante es que aunque no venia hace más de dos años…todo sigue igual que siempre.

Bendita continuidad. El placer de lo conocido.

Lo mismo de siempre, un poco más distinto pero bastante igual.

La despertada a las 6.45 y mi papá gritando: “Salimos en quince minutos!!!”. Tan típico. Salir volando cumpliendo con la ansiedad de mi padre.

Auto completo: auto repleto de cosas, valijas, bolsas, comida, heladerita de playa, familia, una prima y la perra. Combo completo.

Llegamos al auto y yo.. me dormí. Inevitablemente. Señoras y señores este es un tema que no hemos tocado aun. Continuidad en su máxima expresión es mi capacidad para caer desmayada apenas me subo a cualquier auto. Me duermo. Por suerte hasta ahora no me pasa mientras soy yo la que manejo pero si soy acompañante no hay nada que me mantenga despierta. Confieso que alguna vez he vuelto de una date en pleno sueño y el candidato de turno me tuvo que despertar en la puerta de casa. Así es, esas cosas pasan. Conclusión, dormí profundamente las 4hs de viaje.

Y una vez en el campo, a clavarse las bombachas y vestirse cual cebolla. Traducción: miles de capas de abrigo. No les puedo explicar el frio que hacía. Insoportable. Urgente a prender el fuego.

Viendo el panorama decidí que el día entero iba a consistir en leer, comer, dormir. Como en los viejos tiempos.

Y descubrí que todo sigue siendo igual. Que papá se ocupa de los caballos, que dirige “a los chiquitos” para que salgan de arriba nuestro y se vayan a inventar algo para hacer, que mama se ocupa de pasar el trapo, que mi tia se ocupa de gritarle a todo el mundo que se abrigue, que los chiquitos se instalan al lado nuestro y que yo lo único que hago es refugiarme en los libros y criticar lo mal que esta el mundo. Mucho pero mucho frio, por ende, muchas pero muchas calorías. ¿Los tres kilos de más? Bien, gracias.

Llego la noche y el desafío fue meterse adentro de las sabanas. Digo desafío porque, no solo es dificultoso levantar la sabana+frasada+colcha+acolchado+poncho que termina convirtiéndose en una plancha que aplasta a quien se anime a meterse abajo sino también por la complejidad de moverse cuando uno se ha convertido en el gemelo de Michelin. Tener medias cancan, calzas, dos pares de medias, piyama, camiseta térmica, remera, polera, sweater, polar y bufanda hace que sea un poco complicado moverse… Un poquito nomas.

Y llego el domingo y me despertaron al grito de “es un día divino y están los caballos listos”. Café con leche, tostadas y salir rápido. Hubo que volver a empilcharse. Abrigarse mucho pero mucho porque el día esta divino pero no hay una gota de sol. Nublado, nubladisimo. Puede estar lloviendo a cantaros que mi madre va a encontrar algo maravilloso en el día suficiente como para dar Gloria a Dios. Siempre lo mismo, como para no perder la costumbre.

Una vez arriba del caballo, nuevamente la costumbre. Al principio me emociono: una caballada enorme, todos empilchados, abrigados hasta las orejas, disfrutando el encuentro con la naturaleza. Mamá que dice “Demos gracias al Señor”. Papá que contesta “De nada”. Los mismos chistes de siempre y las mismas risas a esos chistes. Me encanta. El problema es que al ratito la emoción se pasa y uno se conecta con el lado oriental de la cuestión.

El programa chino.

El pobre amigo (siempre hay un amigo extra en el grupo) está sufriendo por el caballo que le toco. O porque no galopa o porque se dispara. El pobre colado sufre estar incomodo en un caballo prestado que no tiene ninguna gana de estar siendo montado por un amateur.

Siempre hay un chiquito al que se le cae el guante, gorro, etc. Y hay que bajarse del caballo a buscarlo (esta vez fue la segunda, que a sus 23 cumplió el rol del chiquito!)

Siempre está el ir a comprar pan y coca colas al pueblo. Pueblo que se reduce a 5 casas y un bar. Entonces, el gran problema de volver al galope con la bolsa de pan o la maldita coca que se patina. Los poderes de la superheroina vuelven a ser necesarios para mantener el equilibrio.

Y claro.. todo sigue igual pero tampoco la pavada. Recordemos que si uno viene poco al campo significa que uno sale muy poco a andar a caballo. Por ende.. falta practica. Y eso se traduce en la dificultad para subirse y después para mantenerse arriba del equino. Que la rienda, que el estribo, que la montura. ¡Es mucho más difícil cuando pasan los años! Entre galope y galope sentimos como acumulamos contracturas y tirones en los musculos. Es obvio: toda la semana vamos a acordarnos de la aventura cada vez que intentemos movernos. Duele todo: la cola, la espalda, los brazos, las piernas. Un chino.

Y especialmente teniendo en cuenta que estamos en agosto, aparece el temita frio. Aja. Mucho frio. Entonces empezamos a sentir que las orejas se congelan. Que los labios se secan y no hay manteca de cacao que de abasto. Con tal de evitar el frio en la cara damos lo que sea por convertirnos en musulmanas y estar usando el …… que nos tapa todo menos los ojos. Usamos nuestros guantes del alma con tal de que estemos protegidos del frio. Y claro, después de ver como quedan post-riendas ya no es tan divertido.

En fin. Bendita continuidad porque por lo menos no hay sorpresa. Que sea todo igual que siempre nos permite no sentirnos traicionados… el que avisa no traiciona y en este caso, claramente no hubo traición.

Una vez más volví al campo solo para encontrar que nada había cambiado.

Me paso el día divertida con proyectos nuevos, me sumo a la ola de los cambios, me encanta la adrenalina de los nuevos desafíos… y sin embargo, esta vez, confirme que la continuidad tiene algo especial. Lo especial de lo conocido. Lo especial de no sentir que el paso del tiempo me deja convertida en una vieja chota que no entiende nada de como son las cosas.

En el campo entiendo todo... simplemente porque las cosas son igual que siempre.

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